Las sanciones económicas impuestas a la economía rusa tras su invasión a Ucrania generaron que, a través de una transición costosa en términos inflacionarios, los países de Occidente redujeran casi en su totalidad sus relaciones con este país. Sin embargo, Rusia ha fortalecido su comercio con China, India y Turquía y lo han provisto con un flujo de ingresos que le ha permitido mantener el conflicto armado con Ucrania.

Tras el descontento por la ampliación de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y el reconocimiento ruso de la República Popular de Donetsk y la República Popular de Lugansk, estados autoproclamados en la región de Dombás en el este de Ucrania, el 24 de febrero de 2022, Putin anunció una operación militar especial y comenzó a lanzar misiles en varios lugares de Ucrania, incluida la capital, Kiev.

Así, dio inicio lo que sería el mayor conflicto armado en Europa desde la Segunda Guerra Mundial. En un intento de velar por la soberanía y la democracia internacional, Estados Unidos, el Reino Unido y sus aliados de Occidente optaron por utilizar sanciones que tenían como principales objetivos aislar a Rusia del comercio internacional, dejarlo fuera del sistema financiero y generarle una recesión económica profunda. Sin embargo, tras un año de la invasión, se ha vuelto claro que las consecuencias de la guerra y de las sanciones no se encuentran limitadas a la región que se encuentra en conflicto, sino que han permeado de forma global.
La presencia que tenía Rusia en el comercio exterior, previo al conflicto armado, ocasionó que diversos países, a lo largo del mundo, se vieran obligados a reconfigurar su dinámica comercial en un entorno que comenzaba a reaccionar con precios al alza, principalmente sobre los sectores energéticos y de alimentos.
En materia alimentaria, Ucrania y Rusia son exportadores clave de trigo, cebada, maíz y aceite para cocinar, particularmente hacia los países de África y Medio Oriente. Al analizar el comportamiento del precio del trigo, la cebada y el maíz, se observa que, si bien mantenían una tendencia al alza desde la pandemia de la COVID-19, tras la invasión rusa alcanzaron su nivel máximo, llegando a variaciones porcentuales anuales del 59.5%, 70.5% y 29.7%, respectivamente.

Por lo anterior, el verano pasado, Turquía y las Naciones Unidas negociaron un acuerdo para permitir que el grano ucraniano pasara por los puertos del Mar Negro, pero, según se informa, Rusia sigue obstaculizando los envíos. A pesar de ello, a partir del segundo semestre del 2022, los precios han mostrado una caída relevante, motivada por los esfuerzos del mercado para incrementar la producción y restablecer la oferta.

Rusia es también un importante productor de fertilizantes y, hasta antes de la guerra, contaba con el 12.1% de las exportaciones globales, posicionándose como el mayor exportador mundial. Las interrupciones en el flujo de este bien agravan otros desafíos climáticos y de la cadena de suministro, elevando los precios de los alimentos y provocando escasez.

Asimismo, la producción rusa de petróleo y combustibles es una de las más grandes a nivel mundial y su exportación representaba el 10.8% de las exportaciones totales de estos bienes. No obstante, dentro de las sanciones económicas aplicadas a Rusia por la comunidad internacional se encuentra la prohibición de la compra del petróleo, el gas y el diésel ruso, lo que inicialmente provocó un fuerte aumento en los precios.
Sin embargo, los movimientos de las naciones europeas para asegurar fuentes alternativas, junto con los esfuerzos de racionamiento, han aliviado en gran medida esos aumentos de precios. Actualmente, los precios se encuentran un 6.0% por debajo que aquellos observados en enero de 2022, un mes antes del inicio de la guerra.

Mientras que los países occidentales han logrado reducir, hasta alcanzar casi niveles nulos, su dependencia y relaciones políticas, económicas, financieras y comerciales con Rusia, Putin aún mantiene un flujo de ingresos proveniente del exterior.

Países como China, India, Turquía e Irán no solo continúan comprando bienes rusos, sino que, desde la invasión, han incrementado su relación comercial con Rusia. Sobre todo, destaca el caso de la India, que ha incrementado sus importaciones rusas en un 745% desde el inicio de la guerra, pasando de 0.83 a 4.65 mil millones de dólares mensuales.

En enero, el Fondo Monetario Internacional (FMI) mencionó que se espera que la economía rusa crezca un 0.3% en 2023, una importante mejora con respecto a su estimación previa de una contracción del 2.3%. Asimismo, el FMI dijo que esperaba que el volumen de exportación de crudo ruso se mantuviera relativamente fuerte bajo el límite de precio actual, y que el comercio ruso continuará siendo redirigido a países que no le habían impuesto sanciones.

No obstante, de acuerdo con los últimos pronósticos de la Agencia Internacional de la Energía (IEA por sus siglas en inglés), para 2023 Rusia habrá perdido más de un billón de dólares en el comercio energético a causa de las sanciones económicas.

De acuerdo con Edward Fishman, miembro del Centro de Política Energética Global de la Universidad de Columbia, si bien Rusia ha perdido su poder e influencia en el mundo occidental, sus principales socios comerciales, como la India, China y Turquía, se encuentran comprometiendo la eficacia de las sanciones para que Putin pierda la capacidad económica de mantener un conflicto militar. Lo anterior estaría obligando al gobierno de Estados Unidos a imponer sanciones secundarias en aquellos países que aún se encuentran comerciando con Rusia.